
La trata de esclavos a través del Atlántico
Durante la Edad Moderna, el comercio de esclavos explotó a millones de personas. Un estudio de Marcus Rediker analiza los pormenores de este terrible fenómeno.
El comercio esclavista y el capitalismo salvaje
Entre los siglos XVI y XIX, se produjo lo que el activista W.E.B. Du Bois calificó como «el drama más tremendo de los últimos mil años de la historia humana». Barcos equipados como grandes cárceles oceánicas cruzaron cientos de veces el Atlántico llevando a bordo un cargo terrible: esclavos abducidos de sus lugares de origen a lo largo de la costa africana, que ahora se transportaban como mercancía para ser vendidos en el continente americano. Este mercadeo de vidas humanas constituye uno de los episodios más oscuros de la historia de la humanidad y se estima que afectó a más de 12 millones de personas.
El esclavismo se vio motivado por el deseo de conseguir mano de obra que trabajase sin costo alguno para los patrones de las plantaciones que proliferaban en las islas productoras de azúcar, como Jamaica y Barbados, en los Estados Unidos y en las Américas española y portuguesa. El momento de tráfico más intenso se concentró entre 1700 y 1808, período dominado por la actividad esclavista de los barcos de bandera británica y norteamericana. Las naves partían desde puertos europeos como Nantes, Liverpool y Bristol hacia zonas de las costas africanas como Sierra Leona, Benín y Congo a la caza de seres humanos. Los peligros de morir en el periplo comenzaban en el mismo momento en el que las poblaciones locales eran capturadas y obligadas a emprender su itinerario para llegar al barco que, amarrado en la costa, las esperaba para llevarlas a su destino final.
Las condiciones de los esclavos a bordo
Si la vida en los barcos ya resultaba dura y desagradecida para los marineros, en el caso de los prisioneros los sinsabores se incrementaban hasta cotas inimaginables. Las condiciones de viaje resultaban extremas. A la escasez de comida se añadían condiciones higiénicas muy pobres. Los cautivos viajaban hacinados, los que enfermaban no siempre recibían atención y su muerte se consideraba una incidencia necesaria. No faltaban los abusos sobre los cautivos, y las agresiones físicas y sexuales eran comunes. El capitán guiaba con rudeza y mano dura los destinos de las personas a bordo. Debía demostrarse capaz de dominar a grandes concentraciones de personas y de mantener su autoridad en todo momento para evitar los motines. Los capturados, sin embargo, también sabían oponer resistencia a bordo con huelgas de hambre e incluso insurrecciones.
En su estudio Barco de esclavos. La trata a través del Atlántico (Capitán Swing, 2021), el historiador Marcus Rediker desgrana con detalle las peculiaridades de este episodio secular que condujo a la esclavitud a millones de personas. Además de presentar algunas de las figuras históricas más controvertidas que participaron en esta voraz empresa capitalista, muestra con detalle la complejidad de las interacciones sociales que se producían a bordo y los intentos de los antiabolicionistas por erradicar una práctica violenta e inhumana. En esos barcos que se habían convertido en fábricas de mercancía capitalista y de peligrosos conceptos de raza, sin embargo, también emergieron lazos de solidaridad. El comercio de esclavos también es una historia de interacción entre etnias africanas distintas acomunadas bajo un mismo yugo, y una prueba de que la cooperación, la unión y el acercamiento humano son claves para hacer frente a la mayor de las catástrofes.

Regiones africanas como Senegambia, Congo y Benín sufrieron con aspereza las acciones de los tratantes de esclavos. Este mapa de 1710 muestra la división geopolítica del continente.

Antes de convertirse en pirata, el galés Bartholomew Roberts fue uno de los tantos marineros que se enrolaron a bordo de naves como la Princess of London que comerciaban con esclavos.

Los clípers eran embarcaciones que alcanzaban gran velocidad y, por ello, se utlizaban en el transporte de mercancías y pasajeros. El Nightingale se utilizó en el comercio de esclavos hasta su captura en 1861.

Los cautivos eran víctimas de palizas, latigazos y otras formas de violencia a bordo.

Esta ilustración muestra el modo en el que el barco Brookes disponía a los esclavos a bordo para optimizar el espacio y poder transportar de este modo el mayor número de individuos permitidos por la ley.

En 1839, los esclavos de la etnia mende que transportaba la goleta española La Amistad se rebelaron contra sus captores.

En 1860, la nave Brisk de la marina británica capturó el barco esclavista en las costas africanas con más de 800 esclavos a bordo. A pesar de que una ley promulgada en 1808 prohibía el comercio internacional de esclavos, el mercadeo continuó ilegalmente hasta finales del siglo XIX.

La venta de esclavos podía realizarse a bordo de las propias naves, como demuestra esta imagen del Marie Séraphique, un barco esclavista francés operativo durante el siglo XVIII.