
Placeres de la Grecia clásica
Nos adentramos en la vida privada, el ocio y las costumbres de los griegos, para comprobar de primera mano (siempre a través de los objetos) que en el fondo, y a pesar de los siglos que han pasado, tenemos mucho más que ver con ellos de lo que pensamos.

Los incondicionales del deporte de hoy en día tienen mucho en común con los antiguos griegos, ya que comparten (a pesar de los siglos que los separan) la búsqueda del cuerpo perfecto, en la que se cuidan minuciosamente la musculatura, los abdominales y el aspecto físico. Este empeño se ve perfectamente reflejado en la estatua del discóbolo, con un cuerpo perfectamente torneado, que representa a un deportista en el momento antes de realizar el lanzamiento de disco.
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La actual moda del running, que llena las calles y los parques de las ciudades, ya la practicaban los atletas griegos, tan aficionados como eran a echar una carrera.
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El deporte en Grecia fue más alla, como muestra la partida de hockey sobre hierba que juegan estos jóvenes. La práctica gimnástica era realizada con escasez de ropa, y en líneas generales estaba reservada sólo a varones.
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Una de las mayores preocupaciones de las sociedades antiguas se centraba en la continuidad de la estirpe. Así, no es de extrañar que muchos de sus dioses estuviesen consagrados a la fertilidad, como es el caso de Príapo, que aparece siempre representado con un gran falo erecto.
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Esta pieza de cerámica representa una escena de cortejo entre un hombre y una mujer.
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Numerosas piezas de cerámica griegas aparecen decoradas con diferentes posturas sexuales, conformando una especie de kamasutra mediterráneo.
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Las relaciones sexuales debieron ocupar buena parte de los pensamientos de los griegos, ya que aparecen escenificadas en innumerables piezas de cerámica, como en esta obra donde dos amantes están a punto de besarse.
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Entre las piezas más bonitas de esta colección destaca El beso, una escultura realizada en terracota y encontrada en la Isla de Delos.
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Los griegos representaron sobre cerámica muchas de las costumbres de su vida, incluidas las relaciones homosexuales, una práctica muy extendida entre los varones.
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La hermosura constituyó uno de los pilares fundamentales de la cultura griega; no sólo el arte o la arquitectura debían ser proporcionados, sino también los cuerpos. Por ello, las mujeres ponían muchísimo empeño en lucir a la perfección.
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Las griegas solían llevar el pelo recogido, pero además optaban por mostrar un rostro siempre blanco, algo que llegó a ser una obsesión. Para ello utilizaban toda una serie de potingues, desde yeso al conocidísimo albayalde (carbonato básico de plomo), que espolvoreaban sobre su cara para conseguir un cutis lo más palido posible, y que solían guardar en bonitas cajas de cerámica.
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Junto al peplo que solían vestir, los brazaletes para las extremidades superiores y otras joyas podían completar el atuendo.
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Uno de los objetos preferidos de los griegos, era el espejo con el que poder mirarse y confirmar su belleza después de tanto esfuerzo.
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