
Obras de Leonardo Da Vinci
Aunque tuvo muchas, la faceta que mejor representa al italiano Leonardo Da Vinci es la de pintor. Os dejamos con algunas de las mejores obras del artista.

Leonardo plasmó en su esencial fresco de La Última Cena la Teoría de los Mecanismos del Ánimo: diferentes gestos y reacciones transmiten el impulso interior y los sentimientos de los apóstoles: irritación, pena, asombro, etc. Tanto en sus cuadros como en sus dibujos, mostró su afán innovador y creó un universo que refleja con vida propia lo que existe en la naturaleza y en la mente del pintor. Teoría y práctica son indisociables en Da Vinci.

Leonardo dejó incompleta esta pintura monocroma sobre tabla, de título San Jerónimo penitente, después de comenzarla en torno a 1480. De las cuarenta pinturas que Da Vinci comenzó, solo quince han llegado a nosotros como obras totalmente acabadas. No resulta extraño si tenemos en cuenta que además de pintar se dedicó a otras facetas artísticas, como figura polifacética y hombre ideal del Renacimiento que llegó a ser.

Leonardo trasladó la composición de su excepcional dibujo de Santa Ana, la Virgen, el Niño y San Juan en el Cartón Burlington al cuadro que pintaría años después. En la obra, de 1499-1500, El Niño Jesús se dispone a bendecir a San Juan Bautista. Esta obra transmite una expresividad inmensamente profunda y una gran cantidad de emociones. Según los expertos, para su conservación, este dibujo debe estar sometido a unas condiciones de luz concretas, ya que, de lo contrario, el carboncillo y la tiza acabarían desapareciendo.

Da Vinci pintó dos versiones de este cuadro magistral: una está en el Museo del Louvre; la otra, en la Nathional Gallery (Londres). Una geóloga y experta en Historia del Renacimiento pone en duda la autoría de Leonardo, ya que la versión de la pinacoteca inglesa no reúne las características esenciales de la obra del florentino. En la novela El Código da Vinci, escrita por el estadounidense Dan Brown, se cuenta que la versión del Louvre contiene símbolos ocultos que contradicen las creencias cristianas ortodoxas, sobre todo el hecho de que Jesús es mostrado rezando a Juan más que a la inversa.

Pintado en torno a 1475, también se conoce como Retrato de mujer joven ante un enebro. La representada fue una dama de la clase aristocrática del siglo XV de Florencia, admirada por su gran inteligencia. Si por algo destaca esta obra es por los cuidados detalles, así como por su extraña luminosidad. En el reverso aparece representada una guirnalda atada por una cartela en la que pone La belleza adorna la virtud. Según algunos críticos, esto podría aludir a la castidad de sentimiento amoroso que Ginebra inspiraba.

Uno de los muros del florentino Palazzo Vecchio fue decorado entre 1503 y 1506 por Da Vinci con la pintura del fresco titulada La batalla de Anghiari, y en las cuentas de esta obra se alude a un pintor español. Gracias a los bocetos conservados, un siglo más tarde el artista barroco Rubens pudo dibujar una réplica. El fresco representa a caballeros y caballos animados por una profunda torsión. Los personajes luchan por obtener el estandarte, símbolo de la ciudad de Florencia (Italia). Según los críticos, la escena refleja el pensamiento del artista fundado en una visión pesimista del hombre, que debe luchar para vencer a sus propios miedos.

Da Vinci bocetó este retrato, que nunca terminó, de la noble italiana Isabel del Este, mecenas del arte. Era marquesa de Mantua, y ver el retrato de La dama de armiño hizo que se despertase en ella un interés por ser pintada por Da Vinci. Se trata de una importante pieza que anticipa algunos detalles que recuerdan a la Gioconda. La marquesa insistió en muchas ocasiones en que lo acabase, y se pensaba que Leonardo no lo había completado nunca, hasta que en 2013 se descubrió una versión, ya coloreada, en el búnker de la casa de una adinerada familia suiza. El análisis de esta obra posterior ha reavivado las posibilidades de que la Gioconda fuera la propia Isabel de Este, una de las muchas teorías que circulan.

Este bonito cuadro, que representa a Cecilia Gallerani, amante de Ludovico Sforza, se pintó entre 1488 y 1490. Un estudio del investigador francés Pascal Cotte ha desvelado que en la primera versión de la obra Leonardo no habría incluido el armiño. Después, el artista habría pintado dos versiones más incluyendo al pequeño animal. Esto se ha podido conocer gracias a una técnica llamada LAM, que permite pelar la pintura como si de una cebolla se tratase.

En este cuadro de juventud, uno de sus primeros encargos religiosos, ya se aprecia su esfuerzo por primar luces y sombras en la composición de la obra. Hay muy poca información sobre el origen de este cuadro, pero se cree que data de 1472-1475. El tema representado no deja lugar a dudas: trata la Anunciación de la venida de Cristo a María por el ángel Gabriel, escena recogida en el Evangelio de Lucas.

Estamos ante la obra más famosa de la historia. Retocada por Da Vinci hasta sus últimos días, esta misteriosa obra contiene multitud de secretos que no dejan a nadie indiferente. Según algunos historiadores, el pintor renacentista trazó letras y números minúsculos en las pupilas de la mujer retratada. Esta ha sido a menudo identificada con Lisa Gherardini, la esposa de un mercader florentino, aunque no todas las teorías apuntan a lo mismo, ya que el retrato fue pintado en Milán, según algunas investigaciones. En lo que sí que no discrepan los estudiosos es en que la obra es un símbolo de la mirada poética davinciana y de su interés del rostro como reflejo del espíritu.

Realizado entre 1508 y 1510 y conservado en el Museo del Louvre, este cuadro es otra de las obras maestras del artista italiano. La Virgen María aparece sentada sobre el regazo de Santa Ana, su madre, intentando separar con cariño a Jesús del corderillo, símbolo de la pasión y el sacrificio marcados por su destino. El Niño Jesús hace caso omiso y se abraza al animal, aunque vuelve su cabeza para mirarla. Uno de los aspectos curiosos de este cuadro está en el contorno del manto de la Virgen: al trazarlo, se aprecia una figura que, si la giramos a la derecha, se identifica con un buitre.