
Reinas adictas al sexo
Quizá la más conocida sea Isabel II, denominada la 'reina ninfómana', pero te presentamos a muchas otras. ¿Quiénes deseaban demasiado?
Tener adicción por el sexo fue declarada por la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad como tal en 1970, pero la sexoadicción viene, lógicamente, desde mucho tiempo atrás. En su momento repasamos los reyes adictos al sexo. En esta nueva fotogalería, exploraremos el lado femenino de esta enfermedad: las reinas adictas a las relaciones sexuales a lo largo de la historia.
Es común que las personas con otros trastornos psicológicos desarrollen adicción al sexo, especialmente el trastorno límite de la personalidad (TLP) y el trastorno bipolar. Las personas con trastorno límite de la personalidad sufren de sentirse emocionalmente vacías de forma regular y pueden recurrir al sexo para deshacerse de ese gran vacío interno.
Ningún factor causa la adicción sexual, pero se cree que existen factores biológicos, psicológicos y sociales que contribuyen al desarrollo de estos trastornos. Los adictos al sexo sufren de un patrón negativo de comportamiento sexual que conduce a problemas o angustia importantes. Como ocurre con prácticamente cualquier otro diagnóstico de salud mental, no existe una prueba que indique definitivamente que alguien tiene una adicción sexual. Por lo tanto, los profesionales de la salud diagnostican estos trastornos mediante la recopilación de información médica, familiar y de salud mental integral para distinguir la adicción sexual de los trastornos médicos y de salud mental. Pero como hemos visto, en la antigüedad, edad moderna y contemporánea, la adicción al sexo no estaba tipificada como tal y por tanto, no se diagnosticaba.
Respecto a las regentes, ha sido con el paso de los años, que los historiadores y la propia conducta de las protagonistas, han aportado datos como para calificar de ninfómana a estas ilustres mujeres que sentían un deseo sexual por encima de lo normal.

La primera monarca plenamente constitucional de la Historia de España es calificada de ninfómana. La mujer que dominaría la escena política durante la segunda mitad del siglo XIX, tuvo un buen abanico de amantes y fama de disfrutar con entrega máxima a los placeres sexuales. Tras su matrimonio comenzó una lista de infinidad de amantes de toda índole, que incluso se convirtieron en oficiales, aunque muchos se acercaban a ella exclusivamente por lo que pudieran obtener de la reina.

La reina de Egipto veía el sexo como una herramienta en política exterior y, aunque algunos de sus escarceos y excesos sexuales podrían haber sido motivados como campaña para desprestigiarla como faraona, sus parejas sexuales se cuentan por al menos un 100 centenar. Recordemos que también mantuvo relaciones con los famosos Julio César y Marco Antonio. Cleopatra sentía predilección por el sexo oral, de ahí que la denominaran 'la boca de los diez mil hombres', en relación a lo que cuentan algunas crónicas al respecto de una convocatoria a 100 generales romanos. Fueron invitados a una fiesta exclusiva en la que el sexo oral fue el protagonista, pues se dice que la faraona puso a prueba sus mejores prácticas sexuales con todos y cada uno de sus invitados.

Hay diversas teorías por las que la excéntrica y de carácter polémico reina, acabó en los brazos de multitud de hombres. La reina consorte de Francia y de Navarra, al parecer, sufría mucho dolor en el coito con su rey Luis XVI y María Antonieta, por lo que, al no poder disfrutar del sexo de forma normal y verse obligada a casarse con el nieto de Luis XV de Francia con tan solo 15 años, María Antonieta acabó buscando la compañía de otros hombres, algo con lo que, al parecer, sí encontró gran satisfacción. Amantes suyos fueron el conde de Artois o el conde sueco Hans Axel de Fersen. El rey también evitaba a su mujer, lo que la llevó a seguir buscando respuesta a sus apetitos sexuales con nuevos amantes. Robespierre también fue uno de ellos.

Fue una reina bastante polémica. En La Granja de San Ildefonso solía corretear desnuda por los jardines. No le daba ningún pudor entregarse continuamente a los placeres de la carne incluso con sus criadas. Durante los banquetes, solía eructar sonoramente así como flatulencias, siempre en público. Se emborrachaba con frecuencia y evitaba todo lo posible darse un baño (solía estar siempre sucia). Con el tiempo se supo que tenía un trastorno límite de la personalidad.

La zarina Catalina II, de origen prusiano, no solo ha pasado a la historia expandir y modernizar el Imperio ruso durante su reinado, sino que, la también llamada Catalina La Grande (1729 – 1796), era una mujer de armas tomar. No satisfecha con su marido, el zar Pedro III, le derrocó derrocó convirtiéndose en líder de Rusia, tras lo que convirtió al noble Sergey Saltykov en su amante oficial, pero tuvo decenas de amantes con los que satisfacer sus múltiples necesidades sexuales. Incluso se descubrió, durante la Segunda Guerra Mundial, un arsenal de objetos eróticos que no parecía tener fin. Catalina contaba con una 'habitación erótica', decorada con todo tipo de elementos pornográficos.

Isabel I de Inglaterra (1533 -1603) fue conocida como La Reina Virgen, por no haberse casado nunca y haber muerto sin descendencia, pero no por ello su sexualidad quedaba a un lado. Al parecer, la que fuera la quinta y última monarca de la Dinastía Tudor, padecía adicción a mantener sexo con sus súbditos. Así, entre sus numerosos amantes, mantuvo relaciones con diversos hombres de su corte: sir Christopher Hatton, lord canciller entre 1587 y 1591; sir Walter Raleigh, cortesano venturero e historiador y, sobre todo, lord Robert Dudley, a quien otorgó el título de duque de Leicester en 1564. Algunos historiadores afirman que tuvo muchos hijos bastardos.

La hermana de Napoleón, Paulina Bonaparte (1780 – 1825) dejó ver su gran apetito sexual desde muy joven, pues ya con 15 años era voz populi que la joven mantenía relaciones con hombres mayores, en especial los que pertenecían al gobierno. Era una adicta al sexo que, para colmo de curiosidades, contrajo matrimonio con un hombre dotado de un pene minúsculo. Decepcionada por tal situación, dada su adicción, se puso a buscar un amante que tuviera un atributo del mismo tamaño que su apetito carnal. Al parecer, lo consiguió, pues los médicos detallaban que “la presente condición del útero está causada por la constante y habitual excitación de dicho órgano; si esta situación continúa puede presentarse un cuadro extremadamente peligroso”.

Parece que la locura sexual de los Bonaparte no terminaba con Paulina. Hablamos ahora de Josefina Bonaparte (1763 – 1814). Aunque su devoción por el sexo era más un medio para colmar sus ansias de dinero, lujo y poder, pasó de marido en marido hasta convertirse en la mujer más poderosa de Europa. Era una mujer inteligente, carismática y ambiciosa. De su breve estancia en la dura prisión de los Carmelitas junto a su ya exmarido, Alexandre de Beauharnais -por el que abandonó su isla natal- consiguió zafarse del patíbulo en el último momento fingiendo una enfermedad, previo revolcón con el médico de la cárcel y con un nuevo amante: el joven general Lazare Hoche, al que conoció entre rejas. Siguió rodeándose de personas con dinero hasta que le echó el ojo, en octubre de 1795, a Bonaparte que se convirtió en héroe nacional tras aplastar la insurrección monárquica en Tullerías. En marzo de 1796 Josefina y Napoleón firmaron una unión matrimonial pero sin dejar de lado sus múltiples amantes, como el oficial Hippolyte Charles.

De regentes pasamos a una condesa. En su época, la segunda mitad del siglo XIX, Virginia Oldoni (1837-1899), condesa de Castiglione fue considerada la mujer más bella del mundo. Cuando el Marqués de Gallifet hizo un comentario despectivo sobre ella, lo invitó a su mansión y le recibió completamente desnuda, tumbada en un sofá forrado de raso negro. Era una mujer altiva, impetuosa y muy hermosa, herramienta que utilizó a menudo para conseguir atraer la atención de los hombres más destacados del estado. Conquistó a Napoleón III y se ganó el apodo de 'la mujer del sexo de oro imperial'. Pasó por muchos amantes a lo largo de su vida, pero acabó muriendo sola a los 62 años en un apartamento repleto de cortinas oscuras de la Place Vendome en París.

Fue reina de Rumanía (1914-1927) y la última reina consorte de este país. Aunque su marido, Fernando I estaba aparentemente al cargo, María era una figura poderosa y popular en todo el mundo. Y como tantas otras figuras de esta índole, pensó que la monogamia estaba sobrevalorada. Su amante fue el príncipe Barbu Stirbey, a quien la mayoría de los historiadores creen que fue el padre real de su hijo menor, Mircea. Pero también se rumoreaba que tenía aventuras con el teniente Zizi Cantacuzène, el gran duque Boris Vladimirovich, el aventurero canadiense Joe Boyle y el periodista Waldorf Astor. No era mujer de un solo hombre.

Conocida como la “Condesa Sangrienta”, Isabel Báthory se ganó este apelativo gracias a su obsesión por secuestrar a mujeres jóvenes y guapas, matarlas y luego beberse su sangre. ¿El motivo? Creía que si bebía la sangre estas jóvenes, se empaparía de su belleza y nunca envejecería. Bella y joven para siempre. Por si esto fuera poco, abusaba sexualmente de las jóvenes antes de realizar tales fechorías. Muchos la califican como la mayor asesina de la historia pues, según la leyenda, asesinó a más de 650 mujeres y jamás mostró arrepentimiento.