
Los cuadros más famosos de Edvard Munch
Edvard Munch se consideraba a sí mismo un “diseccionador de almas” a través del arte. Este pintor y grabador noruego de la corriente expresionista recorre con sumo detalle el sentimiento de angustia a comienzos del siglo XX.

Es sin duda su obra más famosa. Influenciado por Van Gogh, Gauguin o Manet, Munch, el precursor del expresionismo en el arte moderno, pintó este óleo bautizado como “El grito” que forma parte de cuatro cuadros o versiones. Esta, la más famosa, de 1893, se encuentra en la Galería Nacional de Noruega. En ella aparece una figura andrógina en primer plano, símbolo de una profunda angustia y desesperación existencial; el fondo del cuadro representa Oslo, la capital de Noruega, vista desde la colina de Ekeberg. El grito se considera un icono cultural como la Gioconda de Da Vinci.

El padre del expresionismo pintó este cuadro en 1894. En el cuadro, observamos a un individuo en estado pensativo, reflexivo, melancólico... una figura que se muestra ausente de todo lo que le rodea mientras piensa acerca de su existencia quizá. Todo lo que rodea a la pintura está marcado por la sobriedad, la oscuridad y la soledad, constantes en la vida del pintor.

El beso fue pintado en 1897. Fue un cuadro muy aclamado en la época y nos muestra un beso atemporal, paralizado en el tiempo, preso de intimidad y tranquilidad, en contraste con la vida de la ciudad que se vislumbra por la ventana de la estancia. Deseo y amor parecen estar entremezclados en una única figura. Munch recreó otra versión de “El beso” en la que los protagonistas aparecen sin vestimenta alguna.

Creada entre 1893–1895, esta pintura al aceite de Munch se titula en realidad “Amor y dolor” pero es popularmente conocida por este título: El Vampiro. Con un fondo oscuro en penumbra, la pintura representa a una bella dama de cabellos rojizos y tez blanquecina que abraza con mimo a un hombre vestido que cae en su regazo. Algunos han visto en la obra un homenaje a las prostitutas que circulaban en la vida del artista y otros creen que se trata de una metáfora sobre la temprana muerte de la hermana del pintor, Johanne Sophie, que falleció a los 15 años.

Munch pintó este cuadro en 1894. La obra, que se encuentra en el Museo Nacional de Estocolmo, es una representación del adulterio con una clara simbología entre la pareja de amantes. Así, la pareja que se reúne en el bosque, nos da a entender que su relación no es legítima. El escenario plantea así este caso de adulterio. Luego, ella aparece con un vestido blanco desabrochado en el que se aprecia su lencería en color rojo, el color de la pasión. El hombre, aparece en otro rincón de la escena, atormentado por la culpa tras haber mantenido relaciones con la mujer. Se trata de un episodio autobiográfico de Munch.

Madonna o La Maddonna fue pintada en diversas ocasiones por Munch. Estas versiones diferentes de la Madonna fueron creadas entre 1894 y 1895. Una de las cinco versiones en óleo se expone en el Museo Munch. A pesar de que resulte curioso, sobre todo porque el autor no era conocido por ser cristiano, presentó su particular versión de la Virgen María. María aparece con el torso desnudo en una postura harto sensual, en contraste con su rostro, un tanto calavérico, que aportan un halo misterioso a la escena.

Munch presenta una escena estival que recorre las tres etapas biológicas a través de un baile de parejas. En la parte izquierda del cuadro, donde se encuentra la mujer virgen, la primera etapa, hay flores y colores blancos, en alusión a la pureza y la juventud. Esa belleza y esa pureza, se van perdiendo en la madurez (figura central en color rojo). Por último, los rostros cadavéricos y los colores oscuros presiden la última etapa antes de la muerte.

“Yo no pinto lo que veo, sino lo que vi”, decía Munch. Así, Este cuadro pintado en 1895, nos deja entrever un área general de tristeza a través de los rostros de los personajes y de los colores empleados. Forma parte de El friso de la vida, concretamente a la serie final dedicada a la muerte donde el autor recuerda sus momentos más dolorosos, como la citada muerte de su joven hermana. La cama de la enferma está vacía, mostrándonos una evidencia de que acaba de morir.

Munch nos recrea una obra casi abstracta en esta sencilla escena bautizada como “Pubertad”. Pintada en 1895, la obra recrea una escena sin decoración en la que el foco se centra en el cuerpo de la joven y su expresión. Sentada al borde de la cama, la joven no se encuentra en una postura cómoda pero le permiten ocultar su sexo, lo que evidenciaría la intención del autor de representar el despertar sexual o la transición de la infancia a la edad adulta.

En esta obra se muestra claramente la influencia de Renoir, Degas o Monet en el autor. Una huella que como hemos podido comprobar permanece con fuerza en toda su trayectoria artística. En “La niña enferma”, se interesa más por la expresión de los sentimientos que por cualquier otro detalle. Como sucede con muchas de sus obras, existen varias versiones del cuadro y una de las más famosas se encuentra en la Galería de Dresde, Alemania.